-¿De qué hablas, madre?- me aventuré a contestar, restándole importancia a sus palabras- no comprendo tu cuestionamiento.
-Pequeña mía, te conozco más que a nadie, eres una extensión de mí, y sé cuando la parte más sagrada de mi corazón está sufriendo. Lleva la tristeza en toneladas en tus ojos, ya no arreglas las flores, ni corres la cortina para que el sol se cuele por la ventana, no te escucho imitando a los pájaros. En la noche, cuando el mundo está en silencio, tu sollozo recorre la casa, traspasa las paredes, y llega hasta mí, y lloro por ti, y rezo para que Dios traiga la felicidad de nuevo a tu vida, ¿qué pesa sobre tu ánimo? ¿Es por ese chico al cual amabas y un día sin más desapareció de tu vida?
-Sí, es por él. Aquel al que amé, al que entregué todo mi amor, me engañó, y se fue. Dejándome agrietada, con el alma agonizando, a merced del sufrimiento. –quise decir, pero callé.
Esta mujer atemporal, etérea, de rostro amable y sonrisa generosa, cómo adivinando mis pensamientos e interpretando mi silencio, me miró con esos ojos más grande que el cielo, con esa mirada tan limpia que dejaba traslucir ese mensaje secreto que toda madre lleva escrito en sus pupilas, esperando que los hijos entiendan ‘’Te entrego mi vida, mi corazón. Dame tus dolores, ya no llores. Estoy aquí. Soy tu madre. ’’
-Mamá, estoy tan cansada- grité al fin, llorando, rompiendo el silencio con un chillido casi de otro mundo- la vida se me escurre entre mis dedos, y no hago nada por retenerla. Soy como una espectadora indiferente, ausente, que acepta este destino, sin pelear, esta realidad que yo misma he creado. He depositado mi felicidad en manos de cualquiera- y como ha de esperarse- he terminado peor con cada nuevo intento de delegar esta tarea a alguien ajeno a mí. No me sé querer. Estoy caminando descalza sobre este infierno, sobre la periferia de un mundo que ha olvidado soñar, ¿por qué no imito a los pájaros, preguntas?, desaprendí su lenguaje. No me conozco, me he exiliado de mi misma. En la noche me escondo y hago pactos con la luna para que en el día la tristeza no me alcance, o al menos, se esconda en una pequeña sonrisa para que nadie advierta mi calvario. Me culpo por mis errores, por lo de los otros. Llevo el corazón en los talones, nadie lo pisa. Soy yo que con cada paso dado lo lastimo, le clavo sin piedad mis tacones afilados. Duele, pero lo soporto, porque me he convertido en una masoquista de primera. He huido, una y mil veces, de esos lugares donde ni siquiera mi sombra es querida, pero como un acto suicida, regreso. Lastimé mi orgullo, y perdí mi dignidad en tantas personas, en tantos lugares... No lloro solo por él, su abandono fue el detonante para destapar este basurero emocional que he cargado conmigo desde hace tanto tiempo. Solo sé una cosa, madre, mi espíritu se seca con cada amanecer.
Pobrecita de mi mamá, cómo su semblante cambió, en un nanosegundo, vi como todo la tristeza del mundo se concentraba en su rostro, ya cansado. En ese momento me arrepentí de hacerla partícipe de mi agonía. ‘’Los hijos sabemos de mensajes secretos- pensé- en nuestras pupilas, también bailan las letras que rezan: ‘’No sufras, mamá. No tienes que sentirte responsable por mi vida. Son mis elecciones, no te corresponde llorar por mí. Ya seca esas lágrimas’’. Ellas saben leerlo, interpretarlos, pero lo ignoran.
-Debes ayudarte, no debes dejarte morir – dijo, después de una larga pausa, con dulzura y determinación, haciendo un esfuerzo para que la voz le saliera limpia, sin quebranto, sin vestigio de desesperación. -. En la vida tendrá que pasar por esto, y mucho más. Es parte de un aprendizaje ¿el para qué? en su momento lo entenderás. Aprende a quererte en medio del cataclismo que se libra en tu interior, a abrazarte, aun, cuando te considere un caso perdido. Entiendes que tu valor como persona, no depende de factores externo, sino que procede de tu interior. Todos tenemos un poder interno que nos mantiene atada a la vida; encuéntralo, y úsalo. Limpia ese armario emocional que traes contigo, deshazte de esos sentimientos que no te sirven, que solo entorpecen tu crecimiento. Date otra oportunidad, mira a la mujer hermosa que se refleja en el espejo, dite tus verdades, cuenta tus cicatrices, reconoce tus errores y defectos, pero no te rechaces más. Acéptate con tus luces y sombras. Mi amor, sé que no es fácil sanar, y más cuando se está tan lastimada; es un proceso que requiere de tiempo y paciencia. Las heridas duelen más cuando eres tú quien te las inflige, cuando eres tú tu propio verdugo. Retoma el camino del amor propio. Toma tu mano e invítate a pasear, destapa un buen vino en tu honor, regálate ese retazo de cielo, y míralo cada vez que olvides quererte; él será como un símbolo, como un recordatorio de tu compromiso contigo. Recítate aquel poema que tanto te gusta, canta esas canciones que hace a tu alma vibrar, siente la vida deslizándose por tu piel, despiértate, vuelve a tomar el control de ti, de tus emociones, de tus decisiones.
Una avecilla, como distraída, robaba parte de nuestra atención. No tanto por sus colores vibrantes, sino por sus peculiares movimientos. Era un espectáculo ver como por rato se tumbaba en la arena, luego emprendía su vuelo. Así estuvo por más de una hora, sin cambiar su rutina.
-Uno muchas veces se pierde, olvidamos de donde venimos y adonde vamos, así como esa ave, - apuntó mi madre, señalando al objeto de nuestra observación, que aun seguía, como un niño, revolcándose en la arena, indiferente a la mirada intrusa de dos extrañas que cuestionaban su proceder- su casa al parecer se le ha extraviado, pero hasta que recuerde cual es el camino correcto que debe tomar, prefiere jugar, retozar con las hojas, no perder el tiempo en lamentos inútiles que sabe que acrecentará su desesperación y en nada ayudará. Confía en si misma, sabe que en cualquier momento regresara con los suyos, retomará el camino que la conduce a su hogar.
Decide quedarte contigo, aunque te sientas perdida. No te abandones nunca más.- Terminó diciendo, acurrucándome un poquito más, cerca del lugar de donde emana la vida, trasmitiéndome el espíritu de los sueños, los secretos del amor, traspasándome su sangre, sus latidos, sus esperanza.
Su abrazo siempre, siempre, siempre me hacía sentir en casa, mi hogar era ahí, en ese pequeño punto, cerquita de su corazón. Espero que lo haya sentido. Porque en ese momento ya no me sentía tan perdida.
----Cuando mi madre me habla al corazón, Señorita Occidental