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lunes, 23 de noviembre de 2015

Amanecí con antojos; con deseos de usted, amanecí con el antojo de verle, abrazarle, sentirle...


Amanecí con antojos; con deseos de usted, amanecí con el antojo de verle, abrazarle, sentirle, y si usted me lo permite; lamerle, explorarle, poseerle. Tentarlo a que me tome entre sus brazos, a que vaya dentro mío, permitirlo que me haga gemir, gritar hasta quedar sin aliento. Amanecí con el antojo de estar sobre usted (o debajo, no tengo inconveniente en eso). Amanecí con el deseo de hacerlo culminar dentro mío, (o en mi boca) y poder probar ese jugo, ese néctar, ese sabor suyo, que llevo anhelando saborear desde el primer momento que lo tuve entre mis labios. Amanecí con estos antojos, tan delirantes, (tan insoportables sin usted aquí), amanecí con el deseo de tenerlo unos instantes entre mis piernas, jugando bajo las sabanas. Amanecí con el antojo, con el deseo, con el calor interno que sólo usted me provoca, y que sólo usted podrá calmar...

— Illiana Martínez

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