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miércoles, 12 de noviembre de 2014

iA mí béseme bajo un libro!




Esta semana vi a una pareja radiante haciendo compras navideñas aquí y allá, compartiendo sonrisas y caricias mientras sus bolsas con obsequios aumentaban. Atrajeron mi atención; por un momento me olvidé de los escritos pendientes y artículos a medias que he venido acumulando últimamente. En cierto punto alcancé a escucharlos hablar sobre dónde podrían conseguir muérdago y en qué lugar colgarlo. A tal comentario le siguieron unas risitas que me indicaron los fines románticos de esa futura adquisición. Entonces empecé a cavilar sobre el romance de hoy en día, las prácticas tan convencionales y comunes que suelen verse por ahí. Así que en un arranque de delirio y rebeldía decidí que si algún día usted me va a besar, mejor hágalo bajo un libro.

Sí, béseme bajo un libro. Acompáñeme a un parque, acuéstese conmigo en el césped y dispóngase a escucharme leyendo algún ejemplar de esos que tienen las páginas amarillas, desgastadas. De esos que poseen olor a gloria, los que han sido devorados infinidad de veces. Cuando mi lectura pase a segundo plano porque nuestra historia ha tomado un aire más intenso, sujete la portada que yo me ocupo de la contratapa. Ubiquemos el librito sobre nuestros rostros y entonces béseme como si no un hubiese un mañana. Privemos al mundo de nuestro placer por medio de una muralla hecha de hojas y tinta. Revéleme el misterio de su boca fascinante bajo la guardia divina de nuestro amante fiel. Que el destino mismo sea carcomido por las ansias de avistar nuestra picardía.

No tengo problema alguno con un beso tradicional bajo la luna o al abrigo de un atardecer. Pero busco algo único, algo diferente. Quiero que se entere de que en este mundo carente de fantasía sólo esas criaturas de papel son dignas de guardar y contemplar la contienda entre su boca y la mía. ¿Beso bajo la lluvia? No está mal. Pero mejor bajo un tomo desbordante de emociones. En el peor de los casos beberemos tanta tinta que usted se convertirá en mi personaje y yo en su escritor. ¿Beso bajo el firmamento nocturno? Suena bien, pero me quedo con el libro como bóveda celeste. Que la portada sea el cielo; las páginas, mil nubes; las palabras, un millón de estrellas iluminando nuestro idilio. ¿El beso de la famosa fotografía V-J Day In Times Square? Inmortalicemos del mismo modo la unión de nuestros labios. El libro será nuestro fotógrafo y único espectador; hará las veces de fondo, de telón, de techo, de refugio.

Sí, béseme bajo un libro. Encaje sus labios en los míos bajo la Londres victoriana o la Verona renacentista. Béseme con Narnia, Tierra Media, Tarbean, Wonderland o Fantasia como testigos. Béseme bajo la atenta mirada de cronopios, famas y esperanzas. Béseme en medio de la Batalla De Hogwarts o en el día de ejecución de Jean-Baptiste Grenouille. Que los besos bajo un muérdago sean para muggles o incluso el mismísimo Harry Potter y Cho Chang (Ginny Weasley hoy por hoy, obviamente). Pero conmigo que ese momento sublime sea bajo un templo a la literatura.

Sepa usted que en mis Diez Mandamientos el amar los libros por sobre todas las cosas va primero. Los mandatos restantes se los obsequio, mire a ver qué hace con ellos. Sepa usted que cada noche le seré infiel con un cuentito o un best seller de misterio. Sepa usted que parezco niño en Disney World cuando entro a una librería. Quizás peor. Pero por encima de todo eso, sepa usted que sus labios son mi anhelo y mi desvelo, por ello no importa cuándo o en dónde deba rozarlos; siempre será el paraíso. Sin embargo, como favor personal le pido: A mí no me bese bajo muérdago, a mí béseme bajo un libro.

Jef Volkjten


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