De manera que, llegado el día, no ha de faltar un hombre que me ame de sobra para despertarme de amor cuando me haga la dormida, para que tumbe la puerta del baño cuando lo esté haciendo esperar demasiado, para que no le asuste ser vampiro en una que otra luna, y que sea capaz de serlo donde sea y como sea y no siempre en la cama como los muertos. Un hombre que no deje de hacerlo conmigo porque se imagina que no quiero, sino que me obligue a querer hacerlo aunque yo no quiera, a todas horas y en cualquier parte, como sea y por donde sea, debajo de los puentes, en las escaleras de incendio, en el retrete de un avión mientras el mundo duerme en medio del Atlántico, y que aún en las tinieblas exteriores o en los finales más ciegos sepa siempre que soy yo y ninguna otra la única que fue mandada a hacer sobre medidas para hacerlo feliz y ser feliz con él hasta la puta muerte.
Y si no lo encuentro, no importa. Prefiero la libertad de estarlo buscando hasta siempre que el horror de saber que no existe otro a quien pueda querer como sólo he querido a uno en esta vida. ¿Sabes a quién?
¡A ti cabrón!
- "Diatriba de amor contra un hombre sentado", Gabriel García Márquez
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